martes, 9 de abril de 2013

El camino de la vida, tu camino...


El camino, ¿qué es? El que te lleva de un lugar a otro, pero… ¡no es un camino!, es “Tu Camino” el de dentro.

Cuando empiezas a estar preparado, cuando sientes que hay algo más, cuando intuyes más que ves, debes iniciar tu camino interior, que si a la vez es exterior… (entrega, abnegación, sacrificio, “pero sin pasarse ¡eh!”), Pues ¡mejor! ¿Pero como?…

Te debes de sorprender “sintiéndote”, hablándote, conversando con la Naturaleza, con la gente que te encuentras, “ellos” te responderán y tú, al hablarles y responderles te responderás, pues sentirás que hay frases, palabras que les dices a los demás que debes aplicar a tu forma de ser y de esa forma en sus repuestas y en tus respuestas, hallaras contestaciones ya conocidas, pero en las que antes no habías reparado ni habías puesto en práctica.

Ver… se ve, la grandeza del silencio “si es compartido, casi mejor”.

La grandeza de los hechos pequeños, humildes y… tan grandes que te redireccionan en tu forma de ser, de pensar, de sentir.

Normalmente, no sabemos vivir “el momento” aunque sepamos e intuyamos que la vida está hecha “de momentos”, lo mismo que una raya recta sobre el papel, no existe como tal, si no que tan solo es la continuación de pequeños puntos dispersos entre sí, pero direccionados con una intención previa.

Ser fiel a uno mismo es la máxima premisa que podemos ofrecer y ofrecernos.

El Camino, lo puedes realizar “acompañado” pero “tu camino” lo harás tú solo.

No podrás compartir tus descubrimientos. Deberás disfrutar la grandeza de tus pensamientos “íntimamente”. Saboreando el nuevo placer al cual solo tú tienes tu propio acceso. Solo tú te elevas por encima de ti mismo.

Solo tú ves la profundidad de tu mar, de tu bosque, de tus montañas y de los desiertos de tu soledad.

Comienzas entonces un lenguaje que te comunicará contigo mismo y con tu Yo eterno, con tu Núcleo Familiar, con “tu Guía Espiritual”, con los que verdaderamente jamás estarás solo, por muy abandonado que te sientas.

Te empiezas a enterar “a darte cuenta” que la relación con los demás debe de estar presidida por la gratuidad de los actos, de las acciones, por la gratuidad de la relación en suma. Compartir y departir sin obligación, aceptando y asumiendo la propia personalidad y el rol de cada uno, a cada momento.

Piensa que los que habitamos este mundo, venimos a “vivir” unas veces cumpliendo con nosotros y con los deberes que nos hemos traído y otras además, también con los demás, pero lo que es seguro en un porcentaje muy elevado, es que no venimos a complacer los caprichos de los que nos rodean “salvando excepciones muy puntuales”.

El conocer lo pequeño que eres y el intuir lo grande que eres por saberte pequeño. “No tiene precio”.

La sencillez de un gesto, el “amor” de una acción, la fraternidad de un saludo, de un Adiós, es para sentirlo, para vivirlo...

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